SONETOS FEBRERO 2014

Autor: Manolo Berriatúa

SEMANA 05

 

¡Oh tempus!

 

Cada día que pasa es una espina

que me obliga a entonar: resignación,

que se clava en mitad del corazón,

que me acecha detrás de alguna esquina.

 

El tiempo, juez severo, dictamina,

con su sucia y segura menstruación

su condena feroz, sin remisión,

que al fondo de la huesa nos destina.

 

En esta tornavuelta sin auroras,

vivimos esperando el desenlace

y cualquier esperanza se deshace

 

con el dardo silente de las horas.

Has de estar a la vela, compañero,

ten lista la moneda del barquero.

 

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SEMANA 06

 

Peregrino

 

Errante peregrino, pies cansados,

añorando la noche cada día,

entre incendio voraz y ducha fría

buscando paraísos desahuciados.

 

Reniega del azar y echa los dados,

tan proclive a no hacer lo que debía,

tan loco y tan procaz, tan demasía,

tan cuerdo de remate y pareados.

 

Tan alma desechable, su espejismo

se reencarnó en el cuerpo del delito,

rindiéndose al amor sin condiciones.

 

Se juega a cara o cruz con su cinismo

el trágico final de su gambito

de un rey que no lo fue de corazones.

 

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SEMANA 07

 

Al polvorón

 

Nube de almendra, lábil terciopelo

que con azucarada alevosía

esparce por la boca una alegría

que envidian el confite y el buñuelo.

 

Más grato que el pastoso caramelo,

más que el néctar y más que la ambrosía,

e incluso más que el pan que cada día

pedimos que nos manden desde el cielo.

 

El rey de mantecados y alfajores,

la Alicia en un país de peladillas,

y el líder de roscones y turrón.

 

Que en el súmmun de todos los honores,

¡oh maravilla de las maravillas!,

empieza en polvo y finaliza en ron.

 

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SEMANA 08

 

 Consuélense

 

Ya baja la moneda: cara. Pago.

Pues tú, que exiges cruz, ganas de largo.

Brindo y apuro el trago más amargo

y me envuelvo en mi día más aciago.

 

Errante, como Dido sin Cartago,

quiero honrar al amor y, sin embargo,

soy sicario que besa por encargo,

soy marino por mucho que naufrago.

 

Pasen y vean, toquen y comprueben,

metan el dedo al fondo de la llaga,

tal vez mi humillación les satisfaga.

 

Acérquense, consuélense y renueven

su fe con la mayor desgracia ajena,

mi gran dolor mitigará su pena.

 

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